Hay libros que los compras porque los esperabas con ansia, porque llevaban años apuntados en esa libreta vieja o, porque estaba perfectamente colocado en un tenderete que una librería había emplazado en la calle, y claro, pasas, echas un ojo y lo llevas a caja directamente.
Si es que a mí, venderme libros no es nada complicado.
No sé por qué extraña razón me atraen los libros sobre libros o librerías. Pero así es. Tampoco necesito una explicación.
Esta novela, es de esas que sin ser grandes novelas, les coges cariño por su sencillez y sentimientos. Es un libro narrado en tercera persona, y el narrador reflexiona sobre la vida y la vida de la protagonista. Nos muestra el mundo de los libros o mejor dicho los mundos que los libros nos abren; y que todos tenemos nuestro libro. El autor, Thomas Montasser pretende que nos enamoremos de los libros y, ya de paso, de esas librerías que ya casi ni quedan.
Cierto es, que no es un libro de los que te llevan a un final concreto, no. Nos quiere hablar sobre libros, es ese su objetivo, no precisar el final del capítulo que nos cuenta sobre Valerie.
Yo pienso, que es un libro de esos para leer en una tarde, y tras finalizarlo, sonreir, reflexionar y guardarlo en la estantería para que, dentro de unos años, queramos volver a abrir el libro y nos invada la nostalgia de aquellos años pasados en que leímos ese libro. Porque no han pasado muchos años no, simplemente la estantería se va quedando pequeña. Como en esas viejas librerías.
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